Rincones del Atlántico


Agricultura ecológica
una propuesta de futuro



“La agricultura es la profesión propia del sabio, la más adecuada al sencillo,
la ocupación más digna para todo hombre libre”.
Cicerón


Colectivo Silva
Fotos: Toño Perera

El IFOAM (International Federation of Organic Movements) define la agricultura ecológica como “el conjunto de sistemas agrícolas encaminados a la producción de alimentos saludables para el consumidor y para el entorno sin el empleo de productos químicos de síntesis”.

Para que un sistema agrícola sea considerado ecológico debe cumplir los siguientes requisitos:

  • Producir alimentos de alta calidad nutricional.
  • Trabajar en consonancia con los sistemas naturales.
  • Fomentar los ciclos biológicos.
  • Aumentar la fertilidad del suelo.
  • Usar recursos renovables y trabajar en lo posible con ciclos cerrados.
  • Mantener al ganado lo más cerca posible de su comportamiento natural.
  • Evitar la contaminación.
  • Mantener la diversidad genética agrícola y silvestre.
  • Permitir a los agricultores unos retornos económicos adecuados.
  • En estos fundamentos se basa la actual legislación sobre agricultura ecológica en nuestro país. El concepto central es la sostenibilidad; tanto desde el punto de vista de los recursos naturales, como desde el punto de vista de la economía rural.

    En la Unión Europea, la agricultura ecológica ha experimentado un interesante desarrollo en los últimos años. Los marcos legislativos intentan definir y delimitar una serie de normas y exigencias que avalen la calidad de los productos ecológicos. Estas normas se han ido adoptando en los países miembros, y en Canarias existe un organismo regulador propio, el CRAE Canarias. Aunque los porcentajes son todavía muy bajos, también en las islas encontramos un rápido desarrollo en los últimos años, paralelo a un conocimiento y una valoración de la calidad de estos productos cada vez mayores entre la población.

    Desde el punto de vista cultural tenemos una enorme cantidad de conocimiento tradicional que se ha desarrollado a lo largo de siglos de estrecha interacción con el medio. Su rescate, por cuanto se trata de un conocimiento local, específico e insustituible, es hoy, más que nunca, de una absoluta prioridad. En este sentido, es necesario destacar la vinculación que ha tenido siempre la agricultura tradicional canaria con el paisaje natural, integrándose plenamente dentro de él. Es evidente que esta actividad requiere una transformación en el paisaje, que no debería ser ni excesiva ni negativa; la actividad agrícola se ha surtido de productos de nuestros campos y montes consiguiendo gran cantidad de materias primas de nuestro propio entorno, -por ejemplo: para hacer las horquetas y cabos se aprovechó la madera de brezos y castaños, para abonar las deyecciones de animales, para la cama de éstos la pinocha de nuestros montes- trabajando de una manera circular, interesante bajo muchos puntos de vista y coincidente con los principios agrícolas ecológicos, al menos en las pequeñas explotaciones.

    Si nos fijamos en el impacto que va a producir este tipo de agricultura en el suelo, veremos que se trata de un impacto positivo, pues la ausencia de productos químicos de síntesis promueve el desarrollo de la incalculable cantidad de seres vivos que lo habitan y lo hacen fértil. Además, los sistemas de asociaciones y rotaciones que se utilizan promueven el desarrollo físico de los suelos sin interferir negativamente en el mantenimiento de esta actividad biótica. También desde el punto de vista socioeconómico la agricultura ecológica se plantea como una actividad sostenible, pues se trata de rescatar y mantener conocimientos y formas de vida tradicionales, permitiendo a los agricultores unos retornos económicos adecuados.

    En cuanto a las condiciones naturales, el interés de nuestras islas es indiscutible; se basa en:

  • Una red de espacios naturales (un alto porcentaje del total de nuestro territorio) que funciona como una importante reserva de biodiversidad.
  • Unas condiciones climáticas que favorecen el crecimiento de una amplia variedad de productos.
  • La condición de insularidad, que supone el aislamiento de plagas frecuentes en el continente -aunque cada vez menos por la falta de control.
  • Por último, diremos que el abandono de tierras de cultivo hace que tengamos terrenos limpios de restos de productos de síntesis, y esto los hace idóneos para comenzar un cultivo ecológico sin necesidad de pasar por una laboriosa reconversión. Podemos trabajar en simbiosis (relación de mutuo beneficio) con nuestros frágiles ecosistemas. El manejo ecológico del suelo elimina factores de contaminación nocivos para nuestros ecosistemas, y éstos suponen una fuente rica de seres vivos que nos benefician en la producción. Ciencia y tradición pueden apoyarse y complementarse mutuamente para conformar una nueva visión sobre los agrosistemas. Esta es la propuesta de la agricultura ecológica, una disciplina dinámica que se mantiene en constante revisión para ajustarse cada vez más y mejor a los ciclos vitales y a las necesidades humanas.

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