Rincones del Atlántico



La península de Jandía.
Fuerteventura


Texto y dibujos: Stephan Scholz
Botánico
Fotos: Stephan Scholz - Sergio Socorro - Gerardo García Casanova

Hace 21 millones de años, enormes columnas de vapor de agua y humo salían del mar en la zona que hoy ocupa la península de Jandía. Después de un largo periodo de crecimiento submarino, una isla empezaba a emerger. Reconstruir con exactitud el escenario resulta difícil, por lo que hay que dejar jugar la imaginación para hacerse una idea de este estado incipiente, con varios focos volcánicos distribuidos sobre una amplia superficie marina, y cuya proximidad al nivel del mar originaba violentas explosiones. Lo que ya quedaba emergido eran rocas inhóspitas todavía, expuestas al calor y las emanaciones gaseosas de nuevas erupciones y a la acción abrasiva del mar.

Por otro lado, el nacimiento de una isla no era un acontecimiento extraordinario en esta región del Atlántico, aún menos ancho que hoy. A pocas decenas de kilómetros en dirección noreste de nuestro hipotético escenario se estaban asimismo formando dos islas. Los tres edificios volcánicos fueron creciendo hasta tocarse y fusionarse, dando lugar a la isla de Fuerteventura, entonces con una forma algo diferente que la actual, aparte de ser más alta y voluminosa. Jandía, sin embargo, nunca llegó a estar “completamente” unida al resto de la isla: mientras que los edificios central y norte se unen y solapan totalmente, los edificios central y Jandía están soldados solo en las capas inferiores. Sus partes intermedias y altas no se fusionaron porque hubo una zona en la que no llegaron las emisiones lávicas posteriores de ninguno de los dos edificios. El istmo de la Pared, una zona baja, llana y arenosa que une a Jandía al resto de la Isla, es consecuencia de esta particularidad.

Las Canarias centrales y occidentales aún no existían, pero ya en una fase bastante temprana, Fuerteventura se vio acompañada por el macizo de los Ajaches, la parte sur de la actual Lanzarote. Con la isla de los volcanes Fuerteventura no solo comparte un zócalo submarino común, sino que, durante épocas geológicas con un nivel del mar más bajo al actual (la última vez hace unos 18.000 años) las dos formaban de hecho una sola gran isla bautizada por los paleontólogos con el nombre de Mahán.

Esta pequeña introducción nos ayuda a situarnos y a comprender mejor el significado de Jandía: un edificio volcánico que fue de los primeros en la zona de Canarias, viejo y venerable, y que en su dilatada historia ha conocido diferentes condiciones climáticas, distintos seres vivos que lo poblaron así como eventos geológicos importantes, algunos de ellos de enorme violencia. Entre estos últimos destaca el gran deslizamiento gravitacional que acabó en pocos minutos con toda su mitad noroccidental, hace aproximadamente de 12 a 14 millones de años, dándole la forma de media luna que tiene actualmente.


Esta forma característica de la península de Jandía puede apreciarse bien mirando hacia el nordeste desde la degollada de Agua Oveja. En esta zona situada a 250 metros sobre el mar, la pista que viene desde Morro Jable atraviesa la divisoria de aguas entre la vertiente de sotavento, de pendientes suaves, y la de barlovento, que muestra con sus vertiginosas caídas la enorme cicatriz que dejó hace millones de años la catástrofe del deslizamiento. La parte más alta del escarpe, situada en el centro del arco montañoso, es con 807 metros el pico de Jandía o de La Zarza, como figura en los mapas, aunque los habitantes arraigados de Jandía, muy pocos por cierto y descendientes de unas cuantas familias solamente, lo denominan pico de Los Ingenieros. En la degollada de Agua Oveja suele reinar un fuertísimo viento que a veces casi impide abrir la puerta del coche, y el constante oleaje de la playa de Cofete genera una notable maresía que se extiende cientos de metros tierra adentro, reduciendo la visibilidad. Sin embargo, existen días de calma y atmósfera limpia en los que se dibuja la costa occidental de Fuerteventura hasta la zona de El Cotillo. El panorama no puede calificarse necesariamente de bello, pero si de impresionante, por el contraste entre los paredones verticales del risco y la inmensa playa de Cofete que se extiende a sus pies. No sería solo un slogan turístico si hablásemos de una de las “zonas más salvajes de Canarias”, y la costa occidental de Jandía debe esta condición en primer lugar a la autoprotección que le confieren su situación apartada y la poca idoneidad de la playa para el baño. Esto motivó que quedara al margen del boom urbanístico que trajo consigo el turismo de masas. Las sucesivas leyes relacionadas con los espacios naturales de Canarias consagraron el área como una parte del Parque Natural de Jandía, y al menos en esta zona de Cofete ninguna construcción de más de dos plantas perturba la vista en muchos kilómetros.


De hecho, el único edificio de dos plantas que existe en este solitario paraje es la denominada Villa Winter, una casa señorial rural mandada a construir en 1946 por el ingeniero alemán Gustav Winter, que en aquella época tenía arrendada la totalidad de la península de Jandía. Esta edificación se ubica a un kilómetro y medio al este del poblado de Cofete, fundado alrededor de 1800 y en cuyas pequeñas casas puede verse la transición de la arquitectura tradicional, con paredes de piedra volcánica, a una reciente basada en bloques de cemento. Existen casas de uno y de otro material, algunas tienen parte de las habitaciones al estilo antiguo y otra parte moderna, y no faltan tampoco viviendas y corrales hechos con chatarra y madera vieja. Esta amalgama urbanística dentro del Parque Natural necesitaría de una ordenación específica, confirmando a las familias arraigadas desde generaciones en la zona sus derechos adquiridos y reconstruyendo las casas en el estilo clásico, pero impidiendo la llegada de nuevos moradores y la edificación de más construcciones.

Antes del establecimiento de Cofete, la dehesa de Jandía, como se la llamaba, sólo era utilizada como zona de pasto para la cabaña ganadera de la misma dehesa, propiedad de los señores territoriales (recordemos que Fuerteventura fue isla de Señorío), y para ganados de otras zonas de la isla. Éstos podían venir a Jandía-contra pago- en años en los que escaseaba la hierba. Jandía fue también habitada esporádicamente por orchilleros, cuya actividad perduró hasta los años cincuenta del siglo XX, y contaba con varios hornos de cal, que se embarcaba por Matas Blancas, en la parte nororiental del istmo de La Pared.

Un rasgo distintivo y curioso es que la relativa independencia geomorfológica de Jandía, antes aludida, se traducía también en una sorprendente o quizás lógica autonomía administrativa y sociocultural de esta península. Juan Pedro Martín Luzardo, en su libro Orígenes de la propiedad en la península de Jandía, escribe: “Es que además el Cabildo, mientras se configuró como el único ente administrativo de Fuerteventura, jamás ejerció su jurisdicción en la península de Jandía. Nunca ordenó el arreglo de camino o la limpieza de fuentes en la dehesa, no nombraba veedores, herreteadores o cadañeros por esta zona; es más, ni siquiera, aunque lo intentaron, cobraba el derecho de quintos, por lo que en realidad, Jandía permaneció, hasta la constitución de los ayuntamientos en 1833, fuera del organigrama administrativo de la Isla, como un reino aparte de Ayose y Guise, propiedad indiscutida de los Señores Territoriales y regida por sus soberanas voluntades o por la de los arrendatarios de turno...” En cuanto a su identidad sociocultural, la arqueóloga María Antonia Perera Betancort lo formula de la siguiente manera: “Jandía es la única zona de Fuerteventura con una limitación cultural-geográfica conjunta, aunque todavía no sepamos bien a qué concepto corresponde. Nos resulta curioso cómo las personas que han nacido o habitado tradicionalmente en Jandía utilizan el concepto de “tierra adentro” para referirse a Jandía y “tierra afuera” para nombrar el resto de la Isla; incluso hemos recogido expresiones como “está en Fuerteventura” o, “ella es de Fuerteventura”, refiriéndose a las personas que no están o no son de Jandía”.


El material utilizado para la Villa Winter, para volver a nuestra visita virtual a esta zona, tuvo que traerse en burros y camellos a través de otro paso, el de Cofete, situado al sur de la villa y uno de los pocos lugares en los que puede atravesarse la cordillera sin peligro. A veces se relaciona a la Villa Winter con una hipotética estación de aprovisionamiento de submarinos alemanes en la cercana costa durante la segunda guerra mundial, o con un refugio de dirigentes nazis, lo que, junto con el estado abandonado en que se encuentra la construcción, añade un cierto misterio al lugar. Más fácil de comprobar es que el Sr. Winter colaboró en la electrificación de Las Palmas de Gran Canaria, y que en Jandía los agricultores y ganaderos que vivían en sus dominios fueron sus medianeros, produciendo cereales, principalmente en agricultura de secano, queso de cabra y lana de ovejas merinas. Todavía viven algunos de los que trabajaron con don Gustavo, y he oído diversas opiniones acerca de él, que van desde “un hombre duro, pero justo” hasta la opinión de que era un explotador (“lo quería todo para él, y nos tenía muy controlados”).

De aquella época aún no demasiado lejana quedan los campos de cultivo, hoy abandonados, cuyos contornos pueden apreciarse desde los puntos altos de la cordillera, y algún estanque de agua. También existen todavía unos pocos frutales como higueras, almendros, algarrobos y morales, unos vivos y otros meros esqueletos retorcidos de madera con las raíces expuestas por la erosión, y que se sitúan en los alrededores de los manantiales que brotan al pie de la cadena montañosa. Estos manantiales surten aún hoy el poblado de Cofete, por medio de delgadas tuberías de polietileno tendidas sobre el terreno. Son aguas fósiles almacenadas durante cientos de miles de años en el interior de las montañas, duras, alcalinas o muy alcalinas, y algo salobres. En los alrededores de las fuentes, generalmente de escaso caudal, crecen entre otras plantas adaptadas a estos ambientes el apio y ocasionalmente berros, pero cuando la salinidad es muy alta, estas plantas desaparecen y solo se encuentra algún tarajal y matomoros (Suaeda vera). Los charcos naturales así como las cubetas de cemento hechas en algunas fuentes son el hábitat de varias especies de invertebrados acuáticos. Entre ellos destacan por su peligrosidad las sanguijuelas, que se divisan como diminutos gusanos negros moviéndose lentamente sobre el fango del fondo, pero que crecen hasta los 5-6 centímetros cuando se adhieren a algún animal que viene a beber, generalmente cabra u oveja, chupando su sangre. Pueden representar un problema para los humanos. Un señor de Jandía nos contó que en su juventud tuvo durante semanas uno de estos animales adherido profundamente en el esófago después de beber el agua de una fuente. Aún después de que el médico averiguase por fin el origen de la sangre que manaba y que en principio se atribuía a una extraña enfermedad, se tardó en poder atrapar al parásito, que no quería ceder con medicinas ni con sucesivos tragos de ron.

Al lado de los invertebrados introducidos, como las sanguijuelas, Jandía alberga también una rica fauna invertebrada endémica, entre la que destacan algunos coleópteros y la sorprendente variedad de moluscos terrestres, con 12 especies exclusivas de la zona. La fauna vertebrada, por su parte, es parecida a la del resto de Fuerteventura. Entre las aves destaca la endémica tarabilla canaria, repartida desde la costa hasta la zona montañosa alta y que, a veces junto al escaso herrerillo endémico de las Canarias orientales, puede verse incluso en zonas ajardinadas. Para las aves esteparias como la hubara, el corredor sahariano, la ganga y el alcaraván, tan características de Fuerteventura, Jandía no es sin embargo la mejor parte de la Isla, ya que dispone de hábitat adecuado para estas especies solo en el istmo de La Pared y en las llanuras de la Punta de Jandía. Sin embargo, en esta última zona la hubara hace años que no traza sus huellas en la arena. Tampoco el emblemático guirre dispone ya de territorios fijos en Jandía, y su supervivencia en la Isla y por tanto en el Archipiélago entero, ya que en Fuerteventura viven las últimas parejas de Canarias de este pequeño buitre, depende de que se apliquen una serie de medidas urgentes.

Jandía, como toda Fuerteventura, es pobre en vegetación. Laderas rasas cubiertas por aulagas y otros arbustos espinosos dominan grandes áreas del paisaje, e inevitablemente surge la pregunta de si esto siempre fue así. Para poder contestarla, es necesario que nos remontemos de nuevo en el tiempo, llegando a los orígenes que ya describíamos al principio.

Es sabido que el clima cálido y húmedo de principios y mitad del Terciario posibilitó la existencia de bosques subtropicales como los que en forma modificada constituyen la actual laurisilva de Canarias y Madeira. Se desarrollaban alrededor del mar de Thetys, precursor del Mediterráneo. Por otro lado, y según investigaciones geológicas, el edificio volcánico de Jandía tardó unos 7 millones de años en alcanzar su tamaño máximo, antes del gran colapso que le hizo perder su mitad noroccidental. En su apogeo, hace 14 o 15 millones de años, alcanzaba un diámetro de 26 km y una altitud de al menos 1500 m. Ello implicaría una superficie de unos 530 km2, es decir, una isla bastante mayor que Gomera (actualmente, la península de Jandía tiene aproximadamente 200 km2, de los que 144 son Parque Natural). Desde los bosques del vecino continente debieron de llegar semillas de árboles y arbustos, desarrollándose en las cumbres del primitivo edificio de Jandía y de los que se alzaban al norte del mismo las primeras manifestaciones de laurisilva de Canarias. Su composición fue sin embargo en gran medida diferente a la que conocemos hoy en día: estudios sobre vegetales fósiles en Gran Canaria, La Palma y Tenerife llevan a afirmar a A. Marrero que “...la flora canaria del Mioceno, por ejemplo, que se desarrollaba en las islas de Gran Canaria, La Gomera y Fuerteventura, y en las proto-islas de Teno, Anaga, Femés y Famara, especialmente la flora arbustiva y herbácea, nos resultaría tan extraña que apenas alcanzamos a imaginar”. Hoy en día la corona forestal de Jandía está prácticamente desaparecida, pero en una estrechísima zona de la cumbre, sobre los 700-800 metros de altitud, así como en los inaccesibles paredones del escarpe, quedan aún vestigios de bosque termófilo húmedo, con mocanes, peralillos, adernos y palos blancos agarrados al cantil, acompañados de una rica variedad de arbustos y plantas herbáceas. Aquí se dan unas condiciones climáticas radicalmente diferentes a los de la mayor parte del resto de Fuerteventura, con una incidencia casi constante de la bruma producida por los vientos alisios. Estos, contrariamente de lo que se suele admitir, no pasan pues por encima de Fuerteventura sin efecto alguno; sino que siguen posibilitando la existencia, si bien precaria y limitada en extensión, de un tipo de vegetación hoy prácticamente restringido a las islas occidentales de Canarias. Existen seis endemismos locales de plantas vasculares en esta zona superior de Jandía y un musgo endémico, denominado Ortotrichum handiense, convirtiéndola en la zona de mayor biodiversidad de la isla. Los más conocidos entre las plantas vasculares son el tajinaste azul de Jandía (Echium handiense) y la margarita de Winter (Argyranthemum winteri), dedicada al mencionado G. Winter. También viven aquí la gatuña de Jandía (Ononis christii) y el arbusto Bupleurum handiense, para el que no conozco nombre común.

Algunos escritos relacionados con la conquista de Canarias mencionan la existencia de bosques y corrientes de agua en Jandía, a principios del siglo XV, por lo que puede suponerse que antes de la llegada de los europeos el bosque termófilo de estas montañas ocupaba aún una extensión mayor a la actual. No hay que olvidar sin embargo que también los habitantes prehispánicos, fundamentalmente ganaderos, habrían dejado ya su huella en la vegetación. Los abundantes restos arqueológicos de Jandía evidencian una ocupación temprana del territorio, que se remonta al menos al inicio de nuestra era, aunque posiblemente fuera bastante anterior.

En épocas de la conquista, amplias zonas de las medianías de Jandía, igual que de Fuerteventura en general, estaban ocupadas por el cardonal-tabaibal en sus muchas variantes. En cierto modo, este tipo de vegetación, que llega a ser denso y alcanza entre dos y tres metros de altura, también puede considerarse un bosque, por lo que, si lo dejamos valer así, la Isla habría sido en buena parte boscosa cuando la vieron los primeros europeos, y ciertamente más “macaronésica” y menos “africana” que en la actualidad. El historiador Hernández Rubio comenta que “la deforestación de nuestra Isla fue –con seguridad– algo impuesto por la necesidad biológica de, simplemente, pervivir”, algo con lo que estamos de acuerdo y cuyo proceso fue explicado con detalle por Octavio Rodríguez Delgado en el anterior número de esta revista.

Los cardonales de Euphorbia canariensis de Jandía, situados en algunos barrancos de la vertiente suroriental y en la zona de Cofete, son escasos y pequeños, pero contienen los cardones canarios más imponentes del Archipiélago. Al oeste de Morro Jable la parte media y baja de algunos barrancos está cubierta por cardonales de Euphorbia handiensis, el cardón de Jandía. Esta especie endémica de la zona, declarada el símbolo vegetal de Fuerteventura por el Parlamento de Canarias, es de porte menor y tiene las púas más largas que el cardón canario. Está emparentada con Euphorbia echinus, de la zona costera del sur de Marruecos. También encontramos tabaibales dulces dispersos desde el nivel del mar hasta los 600 metros, ya en la zona fresca influenciada por los alisios, donde en algunas partes forma una interesante comunidad ecotónica con el matorral de jorao (Nauplius sericeus) que domina las regiones altas de la cordillera. Existen igualmente zonas con predominio de la tabaiba amarga (Euphorbia regis-jubae), en franca recuperación en algunos barrancos. Por último, en las zonas costeras se dan varios tipos de vegetación halófila adaptadas a la influencia del mar, entre los que destacan los saladares, los más extensos de toda Canarias.


Hoy en día, Jandía es una región dedicada al turismo. Las playas de su costa oriental, con aguas limpias y tranquilas, han atraído a los inversores desde hace más de 30 años. Las edificaciones bordean la costa, y Morro Jable ha crecido desde un diminuto poblado de pescadores, con apenas una docena de casas, hasta una pequeña ciudad con varios miles de habitantes, en la que ya no es fácil encontrarse con alguien que haya nacido allí. El modo de vida de la gente ha cambiado, casi todos dependen de una u otra manera de los visitantes. Pese a ello, se han conservado tradiciones como la apañada, que consiste en reunir con la ayuda de perros el ganado suelto de las montañas y meterlo en una gambuesa, un corral de piedras, para su inspección, selección, venta e intercambio. Una práctica heredada de los pobladores prehispánicos que debe perdurar, si bien la alta densidad del ganado es motivo de preocupación por su efecto negativo sobre la vegetación y el suelo.


Una moderna autopista se abre paso a través de los valles de la costa de sotavento, existe un puerto desde donde se puede enlazar con Las Palmas, y la construcción de nuevos hoteles, últimamente con campos de golf, no parece que quiera llegar a su fin. Todavía se está lejos de la masificación alcanzada en zonas de Gran Canaria y Tenerife, pero todo apunta a que se ha emprendido el mismo camino. La transformación del medio natural costero en el sur y en otras zonas de Fuerteventura es rápida y profunda. Para la vieja Jandía, esto es solo un episodio más de su larga historia. ¿Qué albergarán sus montañas, valles y costas dentro de, digamos, un millón de años?


En Fuerteventura se encadenaron tres grandes edificios volcánicos, el Central, el Sur, y el Norte. Surgieron en ese orden, de igual forma que hoy existe en La Palma un ' Volcán Taburiente ' erosionado y una Cumbre Vieja, en el sur de la isla, en plena actividad eruptiva. Los tres volcanes majoreros sufrieron deslizamientos gigantes al mar. El arco de Cofete es la huella mejor conservada de los tres casos y corresponde al Volcán Sur o de Jandía.


Fuerteventura emergió hace ya 20 millones de años. Debido a este largo periodo, las estructuras aparecen desmanteladas en su mayoría. Es el caso de estas capas de cenizas volcánicas compactadas del extremo sur de Jandía, restos de una erupción hidromagmática ocurrida a pocos metros bajo el mar. Este tipo de fenómeno también originó El Golfo de Lanzarote, o las varias 'Montaña Amarilla' del archipiélago. Fotos: J. Sergio Socorro.

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