Biosfera Fuerteventura

Tony Gallardo Campos*

Fotos: Carlos de Saá - Gustavo Peña - Canarias Conservación

Dibujos: Jaime Avilés

 

Noche de estrellas (Starlight)

 

Se hace la noche en este pequeño promontorio oceánico y nos invaden poco a poco, titilantes, los cuerpos celestes que lo pueblan. Desde Cofete a Los Molinos en la costa oeste, hasta los valles, barrancos y cuchillos del centro, se despliegan pequeños reflejos de un universo poblado de una miríada de luces celestes. Claro que es Fuerteventura, y aquí la noche de las estrellas todavía se resiste a ser borrada. Los majos, antepasados nuestros, hicieron de la observación del cielo un tratado de supervivencia, trazaron con sus huellas podomórficas un astrolabio de la fecundidad de la tierra y nos legaron en lo más alto de Tindaya, Betancuria y Cardón, un alfabeto del cielo que ha llegado a nuestros días. Aquellos majos de entonces se asombrarían de nuestra indiferencia. Nosotros, sin embargo, hemos expulsado las estrellas de nuestras vidas, hemos olvidado su significado y hasta sus nombres y nos hemos puesto manos a la obra para hacerlas desaparecer por un remedo más cercano a golpe de interruptor. Es de la biosfera del cielo de lo que estamos hablando, de la cultura del universo, de sus historias y poemas. Un tesoro en peligro que debemos proteger de esa luz innecesaria e intrusiva, que apunta hacia arriba, cegadora, impidiéndonos disfrutar del sobrecogedor espectáculo del Universo.

 

 

Mundo de aire

 

Planea entre corrientes térmicas una figura imponente, un artilugio natural diseñado para desafiar las leyes físicas y dispuesto a demostrarnos que la naturaleza es cuasi infinita en todas sus versiones. El caso es que este antepasado nuestro, este inquilino de los cielos de la isla, nos observa desde arriba preocupado por su existencia. Este guirre, digno representante de las aves del planeta y único en su especie, hermano carnal del alimoche y más indirectamente del águila y esas otras aves más terrestres como las hubaras y tarabillas o más acuáticas como los tarros canelos o las pardelas, sufre, como todo, por nuestro acoso. En nuestra peligrosa indolencia le quitamos el agua y la comida, contaminamos su aire, que es el nuestro, y por si fuera poco, le pisoteamos el espacio, amén de otras actitudes más incívicas como rociar con pesticidas y venenos su territorio vital o colocarle cables de alta tensión en su camino. Esta biosfera del aire también hay que mimarla porque, a decir de los moradores de nuestros campos, “qué silencio y qué soledad sobrecogedora nos envolvería sin el sonido de su revoloteo o sus trinos”.

 

 

Tierra mundo

 

La superficie de esta isla antigua se descama cada día. Un sinfín de grandes y pequeños fenómenos de aire y agua la descarna y saca a relucir las costras de caliche o piedra viva que la forman. Así, nuestros campos se empobrecen desposeídos de ese manto vegetal que da la vida y sujeta la enjundiosa capa de tierra buena. Nuestra isla convive con el desierto desde hace tanto que éste se ha convertido en su naturaleza misma, aunque el abandono de este último lustro la ha dejado al pairo de las fuerzas naturales. Desierto y hombre, desierto e ingenio, dos claves misteriosas que, unidas, han hecho relucir una agri-cultura singular, un binomio simbiótico que ha modelado el paisaje desde tiempo inmemorial y ha conseguido dotarlo de una arquitectura de muros, terrazas y gavias, muestrario de una ingeniería popular digna del mejor Calatrava. Biosfera tierra-hombre, indisoluble e indispensable. Biosfera todo lo que no es banalización y destrucción de nuestras raíces. Todo lo que no es superposición indiscriminada de cemento y todo lo que no es destrucción de las más elementales reglas del equilibrio de la vida.

 

 

Biosfera mar

 

El mar se enfurece en barlovento para apaciguarse en sotavento. Un mar dual que da vida y sustento a toda clase de organismos y que determina la naturaleza de las islas. No es el territorio emergido el que nos identifica sino que, muy al contrario, es el mar. Ése que nos une al continente, el que trajo la vida a los volcanes yermos surgidos de la profundidad y el que nos condiciona y nos bautiza como isleños. Esa biosfera marina rica en cetáceos donde unas veintidós especies la frecuentan o donde se siluetean cuatro especies de tortugas, hoy objeto de un proyecto de reintroducción, que llegan a anidar esporádicamente en nuestras playas. Ese mar rico, antaño hogar de los lobos marinos con su piel a modo de sayo franciscano, con esos fondos cubiertos de praderas de sebas hoy amenazadas por proyectos de puertos. Ese mar bio-oceánico es el que merece ser protegido de la extenuación de sus recursos o de la contaminación de su transparencia.

 

 

Por eso Biosfera Fuerteventura o Fuerteventura Reserva de la Biosfera tiene sentido, se proyecta como una herramienta de conservación y desarrollo hacia el futuro y se pone al servicio de la sociedad bajo el compromiso de conservarse a sí misma, que es la mejor forma de contribuir a la conservación del planeta.

 

 

* Tony Gallardo Campos es coordinador de la Reserva de la Biosfera de Fuerteventura y director del proyecto Implantación del Área Marina de la Reserva de la Biosfera de Fuerteventura y de sus Órganos de Participación Ciudadana.

 

 

 

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