Caminos a Roma

Martina Rasi-Rüger

Fotos: Roberto Brito Reyes

 

Así como hay muchos caminos para llegar a Roma, hay muchas formas de manejar un cultivo ecológico. Lo que nos identifica a los agricultores ecológicos es que no utilizamos productos químicos, ni en fitosanitarios ni en abonos. El camino que yo he elegido es el de la diversidad. La diversidad de la naturaleza es la que me enseña a dejar brotar cualquier semilla en mi platanera.

 

 

Bueno, empiezo desde el principio:

Mi nombre es Martina Rasi-Rüger y he nacido en Suiza. Desde el año 1990 vivo en La Palma. Del plátano sabía tanto como mi perro Fofito de matemáticas. ¡Nada! Estudié ATS en Suiza. Por las vueltas de la vida, en 1999 compré una finca aguacatera. Comencé trabajando el terreno y plantando plátanos de la especie gran enana: di mis primeros pasos como “platanera”.

 

 

Los primeros tres años trabajé de forma convencional, sobre todo porque el manejo del cultivo era nuevo para mí y no me sentía todavía preparada para hacer mi finca ecológica. En el año 2003 asistí a un curso de agricultura ecológica en platanera impartido por Ildefonso Acosta, técnico agrícola. Este curso me dio el empuje definitivo para cambiar de convencional a ecológico. Con la ayuda de Ildefonso di los primeros pasos en el cambio. Lo primero que hice fue cambiar la variedad de la planta. En vez de la gran enana elegimos la variedad ricasa, una planta de menor altura y de más fácil manejo para trabajar.

 

Plantamos en doble fila y con un pasillo entre las filas de cuatro metros. Pensándolo bien ahora, y haciendo cuentas, el cambio fue radical. Tomé la decisión de tirar toda la vieja planta al suelo y plantar todo nuevo. Esta decisión me dejó con un año cero y para ganar algo planté unas verduras entre las filas. ¡El primer paso hacia la diversidad!

 

Los primeros clientes que me compraron hortalizas fueron mis vecinos. Les vendí unas lechugas, coles, etc. y me sorprendieron preguntando si podía servirles cada semana con lo que plantaba en la finca. Y así, mientras crecieron mis plátanos, seguí plantando hortalizas aprovechando los pasillos entre las plantas.

 

 

Como me gustan mucho las flores, también sembré unas cuantas entre la verdura. Las flores no están sólo porque me gustan y para alegrar. Hay muchas flores que atraen diferentes insectos. Muchos insectos se sienten atraídos, por ejemplo, por el color amarillo, y también, naturalmente, por los olores. Mi platanera estaba invernada, pero es increíble con qué rapidez pude observar cómo llegaron insectos a la finca. También se me ocurrió hacer ventanas cortando la malla del invernadero para que pudiesen entrar pájaros y no tardaron mucho en aprovechar el lugar e instalarse.

 

Los primeros años luchaba todavía contra insectos no deseados –plagas como la lagarta, cochinilla o el trips (ceniza)– con productos como el aceite de neem o jabón potásico. Ahora, unos años más tarde, estos productos son como los antibióticos para los humanos: sólo los quiero utilizar en situaciones graves. Durante estos años he “cultivado” el suelo, es decir, le he aportado material orgánico. Estiércol; abonos verdes como la alfalfa, la phacelia, tréboles, etc.; la misma hierba que crece en el campo; restos de poda o la hoja del plátano triturada. En poco tiempo pobló la tierra una gran cantidad de insectos, lombrices, escarabajos, arañas, etc. que produjeron humus. Cuanto más sano se puso el suelo, mejor reaccionó la planta contra las plagas. No quiero decir con esto que me haya salvado de las plagas, pero las controlo mejor y, sobre todo, me ahorro mucho dinero en productos. Lo que me gustaría conseguir es que la platanera se controle a sí misma. No sé si lo podré lograr, pero creo que con la diversidad de plantas, insectos y pájaros tengo más posibilidades. Hay que seguir controlando, pero este control no debe ser obsesivo.

 

Mientras tanto, las hortalizas se vendían bien y cada vez más gente me preguntaba si podía comprar en la finca. Por eso, he plantado una buena colección de verduras: diversas clases de lechugas, zanahorias, cebollas, puerros, bulbo de hinojo, apio (bulbo y tallo), remolachas, coles, coliflores, tomates, etc., etc. Y siempre flores y hierbas aromáticas. Observo que, por ejemplo, la lagarta, si aparece, se manifiesta primero en la hoja de col que en la del plátano, la araña roja en el tomate, el trips en el pimiento... Un punto más para la diversidad. Muchas plantas figuran como trampas verdes y ayudan a proteger el primer cultivo: el plátano. Resulta más fácil tratar la col que el plátano. Durante los últimos años he encontrado siempre menos plagas en la finca, y cada vez que aparecen unos bichos me pregunto primero si se trata de una plaga o sólo de mamá, papá y dos hijos bichos. Plaga es cuando hay muchos de los mismos y se hace difícil controlarlos.

 

 

La permacultura es un sistema ecológico y económicamente sostenible, trata de la durabilidad, de la conservación y la extensión de los sistemas naturales vivos. Su filosofía es cooperar con la naturaleza en lugar de luchar contra ella.

 

En la permacultura observo que entre los diferentes insectos se instala un equilibrio. Unos comen y luego son comidos por otros, pero si aplicamos venenos, mueren todos y el equilibrio se ve perturbado.

 

Hay otro argumento muy importante para el cultivo del suelo y la permacultura, y es que un suelo sano deja crecer una planta sana, menos estresada y con unas células de planta sana. Es como con nosotros, los seres humanos: si nos alimentamos de manera saludable y vivimos con menos estrés, tenemos muchas menos posibilidades de enfermar. Soy consciente de que estoy explicando todo esto de forma bastante sencilla, pero basta con un poco de sentido común: sólo intento acercarme un poco a la naturaleza.

 

 

Por un lado me estoy haciendo cada vez menos dependiente de fitosanitarios ecológicos como el aceite de neem, piretrinas (son venenos fuertes pero de origen vegetal) y otros productos, porque entre la diversidad de plantas, insectos, etc. se va consiguiendo el equilibrio. Con respecto al tema del abonado, con Ildefonso, el técnico, empecé a preparar té de estiércol utilizando subproductos de la ganadería, como purines, estiércol o suero de leche. Añadimos Patenkali o Litothamne, un producto de algas rico en calcio, y unas pocas veces al año pongo al té los diversos oligoelementos. Con estos productos, hechos a mano, estoy abonando desde hace tres o cuatro años. Aparte, limpio todas las semanas una cuadra de caballos que me proporciona estiércol. Así, entre el abono verde, el estiércol, la materia orgánica de las podas y los tés, la finca está perfectamente abonada.

 

Desde el cambio a la diversidad y a la permacultura, los gastos en productos han bajado a un mínimo. También tengo menos gastos en agua porque la tierra la retiene mucho mejor y las “hierbas malas” mantienen la humedad. Los diferentes abonos verdes airean y aportan por ejemplo nitrógeno al suelo. Todo ayuda a evitar efectos de erosión y mantiene el suelo vivo.

 

 

Con los años, la finca se ha convertido en un proyecto que es visitado. Recibo visitas de diferentes grupos: colegios, turistas, interesados en permacultura... El trabajo en la finca no es sólo el trabajo de cultivar, sino que se ha convertido en una forma de vida. El mismo contacto con los clientes que vienen a comprar la verdura en la finca enriquece el trabajo. Con una cajita paseamos por la finca, el cliente pide lo que necesita y se lo sirvo directamente de la tierra.

 

También satisface observar cómo se está poblando cada vez más el suelo de vida. Pájaros que encuentran la entrada a la finca y se quedan a vivir, plantas que encuentran su rincón donde brotar y crecer...

 

Por mi parte, tengo más que claro que la permacultura es mi camino a Roma, mi forma de vivir la agricultura. ¡Una forma de vivir!

 

 

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