La odisea del empezar.

Vivencias personales

Víctor Gómez Marrero

Fotos: Autor

 

Después de varios años de estudios, llega la hora de decidir una vía por la que empezar a ganarse la vida. En una gran mayoría de casos, es difícil encontrar el oficio que sea más acorde con nuestra manera de ser y de pensar, y poder así, como mínimo, ganarnos la vida dignamente.

 

En mi caso no fue una elección complicada el decantarme por empezar con un proyecto de agricultura. Por tradición familiar y en el entorno donde he vivido, siempre ha estado presente mi relación con el campo. Como sucede a una gran parte de las familias canarias, las fincas o canteros de los que dispongo están repartidos en varias zonas, y en total para su explotación puedo contar con una superficie que ronda los 7.000 m2 de terreno, una cifra ridícula para muchos pero que no sólo es suficiente para empezar, sino que llevada a unos niveles buenos de eficiencia puede dar mucho de sí.

 

 

Por principios, desde un primer momento solicité el certificado de Agricultura Ecológica. Tras pasar un gran mar de burocracia y esperar los tres años de reconversión establecidos, finalmente lo conseguí. Una medida que tuvo detractores, incluso entre algunas personas de las agencias de extensión agraria, de donde se supone que tienes que recibir apoyos.

 

El modelo ecológico se alza como la gran alternativa ante otro modelo de agricultura que es insostenible tanto desde el punto de vista productivo como desde el ambiental. En el ámbito de la agricultura llamada “convencional” hay mucha gente que no respeta los plazos de seguridad de los productos fitosanitarios, se abona masivamente con productos químicos y un largo etcétera que hace que la cadena y los costos, no solamente los económicos, vayan siendo cada vez más difíciles de mantener.

 

El empezar a producir de forma ecológica no ha sido fácil. Conseguir las semillas sigue siendo un dolor de cabeza, ya que en la actualidad el mercado no suministra una línea ecológica certificada muy diversa, aunque poco a poco varios viveros hayan empezado a introducir su correspondiente sección ecológica. El precio también es un obstáculo, puesto que mientras sea un mercado minoritario las semillas tendrán un coste muy superior a las convencionales.

 

 

Entre tanto, otros aspectos dentro de la agricultura ecológica, como son el control de plagas y el manejo del suelo, no han sido a día de hoy ningún impedimento para conseguir buenos resultados, claro que con la experiencia y otros factores se irá mejorando la producción.

 

En el tema del abonado, que es muy importante, he utilizado principalmente compost proveniente de la finca de Canarias Forestal en Guía de Isora y estiércol de cabra de ganadería local. Aunque en poco tiempo espero sustituir a través de ganadería propia gran parte del porcentaje de estiércol que se necesita.

 

Como parte del proyecto inicial, tenía muy presente la construcción de un invernadero, por lo que hace tres o cuatro años, cuando se solicitó una subvención para el mismo, de nuevo apareció una gran dosis de burocracia y papeles. A ello se añadió la tardanza de varios años en la tramitación de la ayuda, debido a cambios en las mismas y a fenómenos colaterales como incendios, tormentas etc... que hicieron la espera mucho más larga. Luego, pasados como tres años, me llegó la subvención con un plazo ridículo para la construcción del invernadero y las restantes infraestructuras planeadas. Por ese motivo y por el añadido de tener que dialogar con distintos entes bancarios, se rechazó la “ayuda”.

 

Se volvió a solicitar para el año siguiente, pero en este segundo caso nos encontramos con la sorpresa de algunos nuevos requisitos, como las licencias de construcción del ayuntamiento. Entonces chocamos con el absurdo de que para poder construir un invernadero hay que tener mínimo 10.000 m2, en una zona que es quizás de las más agrícolas que tiene el pueblo donde vivo, o que para construir una charca o estanque son necesarios 50.000 m2 de terreno... Para más inri, también se escudan muchas veces en que las obras de esas infraestructuras agrícolas dañan el entorno paisajístico, aunque, paradójicamente, las administraciones competentes parecen no ver decenas de casas ilegales en la misma zona; las toleran y hacen la vista gorda. Así que, definitivamente, desistí de las veneradas subvenciones.

 

Uno de los temas más importantes para cualquier productor agrícola, ya sea de agricultura tradicional o ecológica, es, sin duda, el mercado. Actualmente en ese campo siguen teniendo una gran presencia los gangocheros (intermediarios), a los que he tenido que recurrir en más de una ocasión para poder sacar parte de la producción, con lo que eso conlleva. Ellos pagan un porcentaje realmente bajo y ganan una gran comisión sólo por transportar las mercancías y venderlas.

 

 

A eso hay que añadir la gran saturación del mercado con importaciones masivas, que hacen que nuestros productos queden relegados a un segundo lugar.

 

La posible alternativa y la vía que estamos utilizando para sacar las cosechas son los incipientes mercadillos del agricultor, que están sin duda en pleno auge, donde se vende de manera directa entre el productor y el consumidor. Y otro sistema son los intercambios que, según las necesidades de consumo o las de mercado, se realizan con otros operadores ecológicos.

 

Más allá de todos los problemas y obstáculos con los que nos encontramos, el proyecto avanza con nuevas ideas para poder hacerlo más completo desde distintas perspectivas y para poder producir otro tipo de artículos complementarios y derivados de la agricultura.

 

La reactivación del sector primario, muchas veces ignorado y mal visto mediáticamente, pero siempre necesario para el desarrollo de cualquier pueblo, es sin duda el objetivo principal, al que uno suma su pequeño grano de arena para poder contribuir a la estabilidad y al crecimiento sostenible de nuestra tierra.

 

 

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