Agricultura, 茅tica y responsabilidad

Javier L贸pez-Cepero Jim茅nez

Doctor Ingeniero Agr贸nomo

Fotos: Autor - Rincones

 

Izquierda o derecha, blanco o negro, ahora o ma帽ana, s铆 o no. Diariamente tomamos cientos de decisiones, algunas de manera casi autom谩tica y sin darnos cuenta de las consecuencias que pueden tener tanto sobre el planeta que nos acoge generosamente como sobre la vida de personas a las que nunca conoceremos y que viven en lugares que jam谩s pisaremos. Un ejemplo de ello son las decisiones que se refieren a nuestra alimentaci贸n.

 

 

Por desgracia, a veces no hay opciones, no se puede elegir. Millones de personas no pueden decidir con respecto a su alimentaci贸n y los ejemplos los tenemos cada vez m谩s cerca. Por eso, los que a煤n conservamos ese derecho tenemos que ser responsables y plantearnos los efectos de decisiones tan simples como la de elegir lo que comemos cada d铆a. Y esa elecci贸n se puede enfocar desde varios puntos de vista, pero consideramos especialmente importantes el lugar de origen del producto y tambi茅n el sistema de producci贸n mediante el cual se ha obtenido. Un alimento local, cercano, dinamiza la econom铆a m谩s pr贸xima a nosotros, evita que el dinero salga del entorno y por supuesto es responsable de menos gasto de energ铆a (transporte, conservaci贸n, empaquetado...) que un producto importado. De igual manera, un producto ecol贸gico se habr谩 obtenido empleando insumos que no deben ser perjudiciales para el medio ambiente. Aunque todo esto admite muchos matices.

 

 

En este marco, podemos empezar poniendo sobre la mesa (nunca mejor dicho) que lo ideal ser铆a una producci贸n ecol贸gica de origen local. Pero hay mucho que discutir en este campo. Veamos:

 

 

La normativa oficial que regula la producci贸n ecol贸gica en la Uni贸n Europea (Reglamento CE n潞 834/2007) apenas hace referencia a la necesidad, dentro de un marco de pensamiento y acci贸n que prime la sostenibilidad, de minimizar el gasto de energ铆a ocasionado por la producci贸n y consumo de los alimentos ecol贸gicos. La 煤nica referencia a estos aspectos viene de la frase 鈥la producci贸n ecol贸gica estar谩 basada, entre otros, en el principio espec铆fico de tener en cuenta el equilibrio ecol贸gico local y regional al adoptar las decisiones sobre producci贸n鈥. De esta manera, se da la paradoja de que sea posible alimentarnos al 100 % con productos ecol贸gicos pero que han sido cultivados en los confines del mundo, de forma que para llevarlos hasta nuestro plato se haya gastado una cantidad de energ铆a muy elevada en procesos como transporte, refrigeraci贸n o envasado que adem谩s va a ser muy superior a la que ser铆a necesaria para alimentarnos de productos locales no ecol贸gicos. Y hay que tener en cuenta que la contribuci贸n de cualquier actividad al calentamiento del planeta (o sea, la emisi贸n de CO2 que supone) va a tener cada vez m谩s peso en las pol铆ticas de apoyo e incluso en la consideraci贸n social. El mismo an谩lisis cabe si pensamos en una ganader铆a 鈥渆col贸gica鈥 que basa su alimentaci贸n en piensos 鈥渆col贸gicos鈥 cultivados y fabricados en lejanos puntos del planeta y transportados desde all铆.

 

 

Primero fueron los electrodom茅sticos. Estamos familiarizados con la etiqueta que define su eficiencia energ茅tica, y asumimos que un frigor铆fico o una lavadora de 鈥渃lase A鈥 puede tener un precio superior, pero ahorraremos dinero a largo plazo por su menor consumo. Despu茅s comenzaron los veh铆culos, que destacan en su publicidad los gramos de CO2 que emiten por km. Y entonces comienza a variar la motivaci贸n, ya que no es tanto el ahorro en el uso como la convicci贸n de estar contribuyendo con menos emisiones al calentamiento del planeta. Pensamos que tal vez haya llegado el momento de tener una consideraci贸n similar para los sistemas agrarios. Supongamos una manzana que viene de Chile, en cuya... producci贸n (un mal茅fico duende hizo que empezara a escribir 鈥渇abricac...鈥) se ha empleado un fertilizante fabricado en Israel y un fitosanitario (seamos ben茅volos en aras de la simplificaci贸n y pensemos que fue s贸lo uno) fabricado en la India. Esa manzana se recolecta, se mete en una caja de cart贸n (驴made in USA, tal vez?), y en barcos refrigerados atraviesa el Atl谩ntico hasta Hamburgo o Rotterdam, que son los principales puertos de importaci贸n en Europa. All铆 se descarga, se almacena en refrigeraci贸n, y cuando las circunstancias comerciales lo aconsejan, sale al mercado (podemos incluso considerar que viene a Canarias, o, por qu茅 no, a la isla de El Hierro, con nuevo transporte y refrigeraci贸n...) hasta que vamos al supermercado y all铆 la compramos. Si en el c谩lculo del precio (del que a buen seguro s贸lo una m铆nima parte ha llegado al bolsillo del agricultor chileno) se hubiera incluido el coste ambiental de toda la cadena de producci贸n y distribuci贸n, empezando por aquel fertilizante israelita y acabando en el montacargas que lo saca de la 煤ltima c谩mara refrigerada, es posible que el importe a pagar se incrementase considerablemente. Sin embargo, un agricultor recoge sus manzanas en la meseta de Nisdafe, entre los pastos ecol贸gicos de la median铆a alta de la isla del Meridiano, y el precio que puede obtener por ellas no le compensa salir de su casa al fr铆o h煤medo de noviembre.

 

 

Sin embargo, romper esta din谩mica no es nada sencillo. No es algo que podamos decidir sobre la marcha en cualquier circunstancia. Apostar y apoyar con nuestra compra determinados sistemas de producci贸n exige una planificaci贸n que suele entrar en conflicto con nuestro d铆a a d铆a. No es f谩cil completar nuestra dieta (y la de nuestra familia) con una alimentaci贸n que proceda de mercadillos del agricultor que s贸lo abren el fin de semana por la ma帽ana, tiendas ecol贸gicas con at铆picos horarios dise帽ados en funci贸n de la escasez de oferta y la multifuncionalidad del encargado de abrir y atender, que hace, adem谩s, de transportista, agricultor, contable, administrativo... 驴Nos podemos imaginar un bar, o un kiosco de prensa o una peluquer铆a que abriera s贸lo los martes por la ma帽ana, jueves por la tarde y todo el s谩bado? Ese negocio estar铆a condenado a cerrar al cabo de poco tiempo. Estas extravagancias s贸lo se permiten para estadios y catedrales... Por eso, al consumidor concienciado se le multiplican las dificultades.

 

 

Sin embargo, es la 茅tica y la responsabilidad social de este consumidor la que debe guiar la elecci贸n de su alimento y 茅l ha de valorar si su opci贸n debe dirigirse a apoyar al productor de lentejas ecol贸gicas de Canad谩 (y al envasador, transportista, mayorista y distribuidor que las pone en el punto de venta) o por el contrario adquiere en el mercado unas legumbres que han sido cultivadas y recolectadas a pocos kil贸metros. En esta l铆nea, el peri贸dico La Vanguardia del 13 de diciembre de 2006 public贸 un interesante estudio titulado 鈥淟a vuelta al mundo en la mesa鈥, donde se comparaba una dieta diaria integrada por productos locales y otra constituida por alimentos importados. Sumando los kil贸metros recorridos por cada uno de los productos, se conclu铆a que mientras que la dieta local puede alcanzar los 1.580 km en total, la otra puede llegar a 133.600 km, y la elecci贸n es tan simple como elegir un yogur de Eslovaquia o Alemania en lugar de un trozo de queso del lugar, o elegir carne congelada de Argentina en lugar de un filete de ternera del Pirineo.

 

 

En respuesta a esta situaci贸n, han comenzado a surgir movimientos que intentan evitar estas tendencias procurando una alimentaci贸n cercana, como puede ser la 鈥渄ieta de los 100 km鈥, que defiende dar primac铆a en la compra a los productos obtenidos a menos de esta distancia del lugar de consumo. Otro movimiento aboga por una dieta cercana en el espacio pero tambi茅n en el tiempo (la llamar铆amos 鈥渄ieta de los 15 d铆as鈥), adoptando una alimentaci贸n basada en productos de temporada, con poco tiempo de conservaci贸n y mucho m谩s ricos en nutrientes que esos mismos productos consumidos despu茅s de meses de almacenamiento, evitando no s贸lo el gasto de energ铆a sino tambi茅n los tratamientos de postcosecha que se aplican para prolongar la conservaci贸n y evitar la proliferaci贸n de hongos o la deshidrataci贸n, innecesarios en el caso de consumo inmediato del producto.

 

 

Llevando el caso a nuestras islas, la situaci贸n se complica m谩s debido a que se reduce tanto el abanico de productos locales disponibles como las posibilidades de adquirirlos c贸modamente. El primer aspecto hace imprescindible una potenciaci贸n urgente de alimentos como los duraznos, higos, nueces, almendras, manzanas, casta帽as... que se producen de manera puntual en el espacio y el tiempo en nuestras islas y que raramente llegan a una mayor铆a del p煤blico, no tanto por su escasez como por su nula valoraci贸n en los circuitos comerciales habituales. Respecto a la compra, no nos gusta admitirlo, pero las grandes superficies con su amplio horario y relativamente f谩cil aparcamiento suponen en muchos casos la 煤nica alternativa 鈥渟encilla鈥 de compra frente a las tiendas especializadas, fruter铆as o mercadillos. Repetimos que hace falta un nivel de compromiso muy grande para encajar en el puzzle de nuestro ritmo de vida la coordenada de espacio y tiempo necesaria para acudir a los puntos de venta, digamos, 茅ticamente responsables, cercanos... Claro que podemos calmar nuestra conciencia comprando cereales ecol贸gicos de Italia o un arroz ecol贸gico de la India. Nada m谩s lejos de nuestra intenci贸n que juzgar y acusar esos comportamientos; sin embargo, reivindicamos aqu铆 la necesidad de un consumo local y que proceda de sistemas respetuosos con el medio ambiente. 驴Por qu茅 no puede ser? Hay varios factores que lo dificultan. Por ejemplo, se da la circunstancia de que en estos tiempos de complicaciones econ贸micas, regulaciones de empleo y recortes de jornada, hay muchas personas que han 鈥渧uelto al campo鈥, entendiendo como tal la recuperaci贸n de terrenos o huertas que se hab铆an abandonado hace a帽os bien por avanzada edad de sus propietarios (los padres o abuelos de los que ahora vuelven a ponerlos en producci贸n) o bien por falta de rentabilidad ya que sal铆a m谩s barato comprar los alimentos que cultivarlos. Hasta aqu铆, todo parece adecuado y deseable. La paradoja surge cuando analizamos que esa generaci贸n que vuelve a producir no lleva ya en su quehacer diario el conocimiento agrario que s铆 ten铆an sus mayores, de manera que las t茅cnicas, manejos e insumos aplicados dependen enteramente del grado de responsabilidad del nuevo agricultor, o del t茅cnico que le asesora. Por desgracia, no hay control suficiente sobre los fitosanitarios que se aplican, el respeto al plazo de seguridad, o las cantidades y equilibrios de fertilizantes... La entrada en el escenario de la crisis ha sido tan r谩pida y profunda que no ha dado tiempo a la adaptaci贸n social que requiere un cambio en las actividades, y hemos pasado de ser administrativos, alba帽iles, camareros, taxistas... a ser agricultores. Y el mercado de insumos es peligroso, ya que es sencillo para cualquier persona encontrar y adquirir abonos y venenos. S贸lo algunos de estos 煤ltimos requieren para su compra presentar el carnet de aplicador de fitosanitarios; por lo menos eso dice la legislaci贸n...

 

 

Es deseable que la Administraci贸n asuma esta situaci贸n y extienda las loables iniciativas de formaci贸n que ya despliega para los agricultores profesionales y de tiempo parcial a estos 鈥渞eci茅n llegados鈥 que deben ser bienvenidos, pero a los cuales, a la vez, hay que facilitarles los conocimientos y el apoyo necesarios para que el producto de su trabajo, producto local, no olvidemos, no suponga un riesgo para su propia salud, para los dem谩s y para el medio ambiente. Ser agricultor implica una responsabilidad muy seria, ya que se trata de producir alimentos, y no debe considerarse esta actividad como un simple hobby o como un complemento de renta. A nadie se le ocurre abrir una consulta de dentista o una farmacia sin la debida titulaci贸n y, lo que es a煤n m谩s importante, sin la debida formaci贸n. Sin embargo, las consecuencias de poner en el mercado un producto alimenticio con un alto nivel de residuos son lo suficientemente graves como para que se tomen en serio estos procesos.

 

 

Y el ejemplo claro lo tenemos muy cerca, en la propia agricultura intensiva de las islas. No cabe duda de que la 鈥渞evoluci贸n verde鈥 de los a帽os 60 no pas贸 de largo por Canarias, y se utilizaron de manera indiscriminada fertilizantes y fitosanitarios que a帽os despu茅s se revelaron como peligrosos contaminantes del medio ambiente. Pero la situaci贸n al terminar la primera d茅cada del siglo XXI no es la de un campo de batalla o guerra qu铆mica donde impera la ley de la selva... A lo largo de los a帽os 90 los clientes de pl谩tanos y tomates canarios pusieron sobre la mesa la condici贸n de cumplir una serie de compromisos ambientales que el agricultor profesional canario va implantando de una manera creciente en sus fincas (no hablemos de 鈥渆xplotaciones鈥, por favor...). Se comenz贸 por algo obvio, como es el empleo 煤nicamente de productos fitosanitarios autorizados para cada cultivo, y poco a poco se fueron incorporando nuevas exigencias. Por ejemplo, con respecto a la fertilizaci贸n para evitar contaminaci贸n y salinizaci贸n de suelos, acerca de la seguridad laboral (uso de equipos de protecci贸n homologados, almacenamiento de los productos en condiciones adecuadas, gesti贸n de los envases), en cuanto a la trazabilidad (documentar el origen, forma de cultivo, procesado y destino de cada producto), y en relaci贸n a la protecci贸n ambiental (gesti贸n de los residuos del cultivo y estructuras, buen manejo y almacenamiento de la materia org谩nica, recogida selectiva, ahorro de energ铆a...). Todo ello con los correspondientes controles de auditor铆a por parte de empresas externas, que verifican el cumplimiento de las normas, y la existencia de registros y protocolos de actuaci贸n para cada situaci贸n. Estos pasos hacia lo que se denomina 鈥減roducci贸n integrada鈥 son adecuados porque dentro de muy poco tiempo llegaremos a una situaci贸n en la que s贸lo existir谩n este tipo de producci贸n y la producci贸n ecol贸gica, que no emplea insumos de s铆ntesis qu铆mica. Y por eso pensamos que la agricultura ecol贸gica de las islas tiene la oportunidad de incorporar la experiencia de otros modelos no ecol贸gicos que han puesto en marcha estas estructuras de garant铆a. Para ello es imprescindible la organizaci贸n, la coordinaci贸n, el dejar a un lado las rencillas y concentrarse en los intereses comunes, siguiendo el ejemplo de iniciativas ya existentes en otras comunidades, como son las Agrupaciones de Defensa Vegetal o ADV espec铆ficas para agricultores ecol贸gicos (todas las ADV que hay en Canarias son de productores convencionales); conseguir que la alimentaci贸n de hospitales y comedores escolares sea ecol贸gica; cooperativas de consumidores ecol贸gicos perfectamente vertebradas; participaci贸n activa en las asociaciones profesionales agrarias... Estas iniciativas, muy desarrolladas en Catalu帽a o Andaluc铆a, parecen utop铆as inalcanzables en nuestras islas del sur... pero hay que luchar por verlas aqu铆 corregidas y aumentadas, ya que en ninguna regi贸n se justifica tanto la necesidad de una producci贸n y consumo respetuosos con el medio ambiente como en Canarias.

 

 

Y el problema es que si la producci贸n ecol贸gica no se despierta, ese papel puede ser suplantado por los modelos m谩s cercanos a ella, como la producci贸n integrada. Y no deber铆a ser as铆. Por m谩s que la aplicaci贸n de pesticidas vaya disminuyendo a帽o tras a帽o y aumente el uso de  auxiliares biol贸gicos y productos naturales, por mucho que el compostaje y la aplicaci贸n de materia org谩nica a los suelos se vayan haciendo cada vez m谩s sitio en estos modelos, no podemos conformarnos pensando que es la evoluci贸n natural del sistema y que se va a desembocar espont谩neamente en una producci贸n ecol贸gica generalizada. Esto no suele ocurrir, pues una transici贸n as铆 no suele completarse. Debe ser el propio sector ecol贸gico el que inicie el movimiento, atrayendo a los productores m谩s avanzados en estas t茅cnicas. Sin embargo, esto ser谩 muy dif铆cil mientras no tome conciencia de su existencia colectiva, m谩s all谩 de una concepci贸n individualista limitada a la parcela de cada uno. Ya hemos tratado el tema en n煤meros anteriores de Rincones del Atl谩ntico, por lo que no incidiremos m谩s en 茅l. Simplemente ser铆a deseable un peque帽o esfuerzo de autocr铆tica por parte del sector de la agricultura ecol贸gica para decidir si nos vamos hundiendo de uno en uno, todos a la vez, o por el contrario estamos dispuestos a trabajar en la construcci贸n de una nave que flote, aguante temporales y competencias y nos vaya llevando a los puertos que decidamos. Es necesario articular ya el modelo de producci贸n local y ecol贸gica asequible a todos los p煤blicos con independencia de localidad, horario y poder adquisitivo.

 

 

En conclusi贸n, hay que cambiar los modelos, los paradigmas y las regulaciones, pero no s贸lo del consumidor, sino tambi茅n del agricultor y de la cadena comercial. El alimento es un derecho de todos los seres humanos. El hecho de alimentarse, cotidiano para las minor铆as favorecidas del primer mundo y algo menos cotidiano en las mayor铆as de otras regiones, no debe causar al medio ambiente impactos innecesarios. Por supuesto que es ut贸pico creer que 鈥淟a Soluci贸n鈥 est谩 en nuestras manos, pero no es ut贸pico tomar conciencia de que nuestras acciones y elecciones personales tienen un efecto, todo lo peque帽o que queramos, pero jam谩s insignificante.

 

 

Sistemas de agricultura certificada

 

Existen diferentes normativas de cultivo, formadas por una serie de puntos a seguir cuyo cumplimiento da derecho a identificar el producto con una denominaci贸n determinada. As铆, 鈥渁gricultura ecol贸gica鈥 hace referencia a un reglamento europeo (834/2007) que regula un sistema de producci贸n sin el empleo de productos de s铆ntesis qu铆mica. Por su parte, 鈥渁gricultura integrada鈥 responde a una normativa de las comunidades aut贸nomas (en Canarias existe para pl谩tano, tomate, papa y vi帽a) seg煤n la cual el insumo qu铆mico se debe emplear siempre bajo criterios t茅cnicos, en la menor medida posible y combin谩ndolo con m茅todos alternativos (control biol贸gico, uso de materia org谩nica). Ambos tipos de agricultura est谩n apoyados por la Uni贸n Europea a trav茅s de las 鈥渁yudas agroambientales鈥, pero son mayores para la producci贸n ecol贸gica que para la integrada.

 

Agricultura y cambio clim谩tico

 

La causa del calentamiento de la Tierra es la creciente cantidad de CO2 en la atm贸sfera. Este gas procede de las actividades industriales y transportes. La agricultura puede ser responsable de emisiones (fabricaci贸n de abonos, fitosanitarios, material de pl谩stico, refrigeraci贸n y transporte de productos), pero tambi茅n puede contribuir a 鈥渟ecuestrar鈥 CO2 a trav茅s de la incorporaci贸n de materia org谩nica (constituida mayoritariamente por carbono). De ah铆 el inter茅s de reutilizar los residuos de cultivo y de los procesos ganaderos y agroindustriales 鈥揺mpaquetados, bodegas, f谩bricas de palets, esti茅rcol...鈥, volviendo a incorporar ese carbono al sistema en lugar de permitir su emisi贸n como CO2 si se deja descomponer libremente o, peor a煤n, si se incinera.

 

 

Share

Anterior Indice Siguiente

Presentaci贸n  |  Tem谩tica  |  Hemeroteca  |  Galer铆a  |  Pedidos  |  Blog  |  Contacto  |  Enlaces

Arquitectura tradicional   |   Rehabilitaci贸n   |   Bioconstrucci贸n   |   脕rboles   |   En el jard铆n
Flora canaria   |   El Para铆so perdido   |   Patrimonio natural   |   Del Atl谩ntico   |   Arte y paisaje
Letras y naturaleza   |   En memoria   |   Opini贸n   |   Agricultura ecol贸gica y tradicional